Reza una canción “La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”. Y Sí, efectivamente la vida me ha regalado una de las sorpresas más sorprendentes de la vida, juego de palabras que señala lo que hoy estoy viviendo y que es un hecho histórico, porque creo que pocos tendrán la posibilidad de contar que es lo que ha significado pasar un año prácticamente confinado en una isla, como sacerdote, lejos de la familia y atendiendo a una comunidad pastoral en medio de una pandemia mundial como ha sido el COVID 19.
La última vez que vi físicamente a mi familia que está en Santiago de Chile, fue en marzo de este año. Estaba allá cuando el virus comenzó a tomar ribetes peligrosos en nuestro país con lo que el 22 de marzo yo estaba retornando a Tierra del Fuego en la barcaza. Ahí comenzó todo.
Los primeros dos meses, fueron de una calma tensa, habían aparecido cinco casos, con lo cual se comenzó a propagar la voz de alerta. Las medidas sanitarias entregadas por la autoridad gubernamental, se complementaron con las recomendaciones que nuestro padre obispo, don Bernardo Bastres nos daba con respecto a la celebración de los sacramentos. Se suspenden misas, catequesis, y todo lo concerniente con los sacramentos y la atención pastoral. Debíamos ser cuidadosos, ya que el virus no tiene una vacuna y no debíamos ponernos en riesgo nosotros ni exponer a la gente.
A pesar de todo, decidí mantener la parroquia San Francisco de Sales abierta, por si alguien quería venir a rezar, y además porque debía ser un signo de la cercanía y preocupación por la gente. En Junio comenzamos con la recolección de alimentos y víveres no perecibles para ayudar a la gente, ya que la situación se comenzó a poner compleja, los trabajos comenzaron a mermar, y los que más resintieron su situación eran los migrantes, quienes no tienen un paragua de apoyo económico ni emocional.
¿Cómo hacerme presente también para que la gente no se sintiera sola? Empecé a grabar videos que subía a las redes sociales con mensajes, temas, oraciones. Y por iniciativa personal, fui a hablar con Secundino López, director de radio Porvenir para poder transmitir la misa los días domingos por la tarde. Él estuvo de acuerdo de inmediato y es así como lo hemos hecho hasta ahora.
También he tratado de mantener contacto por medio de las redes sociales, con los adultos mayores, los jóvenes y los niños, con el personal del colegio María Auxiliadora, lugar donde trabajo y con la comunidad en general. He ido familiarizándome con los videos, el uso de Streaming, Whatsapp, y todo tipo de redes sociales para poder comunicarme. De haber sido un usuario medio, creo que he alcanzado cierta experticia en el uso de redes.
Los funerales también han sido todo un tema, ya que no se pueden celebrar en el templo, así que las personas que han solicitado el velatorio, con las sabidas restricciones colocadas por la autoridad de salud se les ha facilitado y yo me he encargado personalmente de hacer los responsos en el cementerio. Ha sido duro ya que no permiten más de veinticinco personas en el campo santo, y cuando son fallecidos de COVID el número se reduce al mínimo de integrantes por familia. Se hace una ceremonia breve pero significativa.
Así se ha ido haciendo la vida parroquial, dicen que cuando viene una vienen todas. Se han provocado desperfectos importantes en la infraestructura de la parroquia, daño a las calderas, rotura de medidores, de cañerías, pero gracias a Dios y al aporte de la feligresía y de amigos, hemos podido capear el vendaval, y además seguir pagando los insumos básicos, como es la luz, el agua y el gas. Además de que con los recursos recibidos también hemos podido comprar mercadería, alimentos, recolectar ropas, y ayudar a algunos pagos a personas que lo han solicitado, especialmente a, como ya dije, migrantes, pero también a adultos mayores. La pobreza solo se ha mostrado, ha reaparecido.
Creo que esta pandemia me ha fortalecido en mi fe, en mi oración, me ha ayudado a crecer en mi tarea pastoral. Me ha mostrado lo mejor del ser humano, y lo peor que ha aparecido en algunos, esas pequeñas mezquindades y aprovechamientos tan propios de nosotros…bueno, que Dios lo perdone.
Sé que estoy viviendo un tiempo histórico, posiblemente esto pase y alguna vez se hable de lo que fue esta pandemia y de lo que nos tocó vivir como pueblo. El no poder salir de las casas producto de la cuarentena, el toque de queda y las restricciones para viajar a nuestra querida Punta Arenas, para los que lo lean a futuro, será como una ficción, para los que nos tocó vivirlo será un recuerdo, nos reiremos y contaremos nuestras propias experiencias, porque de una cosa puedo estar seguro, cada uno la ha vivido de manera diferente. Un fuerte abrazo y esperemos que esto pronto pase.
Alejandro Fabres CM
Párroco de Tierra del Fuego
Para conocer más de nuestro colaborador te invitamos a leer:
Me encanto el relato del padre Alejandro, en su relato demuestra tal cual como nos hemos sentido con esta pandemia, ojalá aparezca pronto su cura, un gran abrazo a la editora y felicitarla porque nos muestra un pedacito de nuestro Chile tan bello.