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Bitácora de un recién llegado.

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Escribir es una de las mejores formas de traer al presente memoria y paisaje. Y eso es lo que en este momento, frente al computador estoy haciendo, traer a mi memoria las mejores imágenes que he ido recopilando ya en estos ocho meses de estadía en esta tierra indómita.

Llegué, se puede decir, por casualidades de la vida. Prestando un servicio. Para los que somos de la zona central de Chile, nuestro país acaba en Puerto Montt, y la verdad, no tenemos muy incorporada la Tierra Magallánica, puede ser por la lejanía, o porque simplemente hasta Puerto Montt nos llega la carretera.

Para Ingresar a Magallanes o la Patagonia hemos de hacerlo, si es por tierra, por territorio argentino, o por aire. Por mar es más complejo ya que solo hay viajes turísticos y no de ruta regular por lo menos desde el centro.

Llegar a la ciudad de Porvenir ya es una aventura en sí misma. Inclusive para muchos de los nativos de esta zona. Porvenir es un pueblo sin gracia, sin vida, y algunos osan llamar “Pormorir”, donde nunca nada ocurre…. Quienes lo llaman así, es porque no saben y no conocen.

La Tierra del Fuego tiene dos ingresos, cada uno hermoso. Punta Delgada, que nos conecta con Cerro Sombrero y con rutas hacia Onaissin y Timaukel, además de Porvenir, y que demora solo quince minutos en cruzar el estrecho. Y Tres Puentes, que es la ruta más usada por turistas y pobladores, cuyo cruce dura dos horas, que a veces se puede y otras no, dependiendo de las condiciones climáticas que nuestro querido estrecho nos brinde. Además está la ruta aérea que es de solo trece minutos y que tiene arribos a nuestro aeródromo tres veces al día. Una experiencia maravillosa que te permite contemplar desde el aire la majestuosidad de un mar a veces agitado, a veces calmo y unos parajes de ensueño.

Hacer el cruce es quedarse fijo en las aguas de un mar bravío, y conocer si tienes suerte la belleza de las toninas, que juguetean al bambolear de las olas y que acompañan la ruta naviera.

Llegando a Bahía Chilota, comienza la mirada de un paisaje nuevo, diferente para quien está acostumbrado a las montañas de nuestras altas cumbres. El paisaje es sinuoso, con colores ocres. Posiblemente para algunos, más árido de lo que se piensa. Pero con una belleza que deja mudo y que te hace contrastar con todo lo ya conocido. Hay autos y pequeños buses que te trasladan a la ciudad misma. Porvenir es pequeño, pero con un colorido y una calidez que se palpa en el aire. Sin bien, no se ve mucha gente, hay buenos lugares donde comer, dos museos que visitar. Recorrer la plaza, el cementerio, admirar el paisaje de su costanera, disfrutar de la calma, la brisa, el viento, escuchar las el ruido de las olas y el canto de los pájaros.

Desde aquí mismo, hay desplazamiento hacia lugares y parajes que te hacen repensar la vida que has llevado de citadino. Mirar el árbol doblado por el viento. Admirar la belleza de sus costas, recorrer sin prisa y con la mirada el rostro de los guanacos que te salen al encuentro y que se cruzan con despreocupación a través de toda la ruta. Detenerte porque debes dar el paso a una piña de ovejas, que son traídas para faenas de esquila o porque se les lleva a pastar a nuevos parajes.

Ver de pronto un zorro que, tímidamente te observa desde un punto de la ruta y luego se esconde.

Llegar al santuario de los Pingüinos rey, y poder admirar esa colonia es acercarte a una naturaleza que solo conocer por catálogos. Sus colores, su forma de vida. El silencio que envuelve todo y que te permite escuchar su tímido graznar o el de las demás aves marinas.

Tierra del Fuego es así. Por lo menos la parte de nuestro Chile. Una fuente inagotable de vida. Conocer sus lagunas con sus historias, como es el caso de los estromatolitos, formaciones entre vegetales y minerales que permitieron la aparición del oxígeno en nuestro planeta. Las lagunas de sal, desde donde se extrae la misma para echar en sus calles los días de invierno, cuando la nieve o el hielo nos invaden completamente.

Podría hablar mucho sobre lo ya visto. Cada lugar tiene un encanto especial. Se comienza a amar este lugar desde que pones un pie en tierra. Debo reconocer que soy un privilegiado de Dios al haber llegado hasta acá. No todos los chilenos tienen el privilegio de haber llegado hasta tan lejos y venir a hacer patria y a asentarse en estos indómitos parajes.

La invitación está extendida, solo se debe tener las ganas de encontrarse consigo mismo y con una naturaleza que te conecta, para los que son creyentes con Dios, y para los que no lo son con un trascendente que les muestra algo fuera de lo común.

En otra oportunidad… continuaré mostrando algunas otras cosas vistas desde mi mirada de errante y afuerino.

 Alejandro Fabres CM

Para saber más de Alejandro Fabres:

Alejandro Fabres, nuevo colaborador de Revista Mittofire.

Invitación misa oración una hora por Chile

 

 

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