Me dió mucha Alegría cuando Edith Valencia, mi amiga Directora de la Revista Mittofire, me pidió que le cooperará con algunos artículos de mi experiencia de vida como habitante de la Isla grande de Tierra del Fuego, que en el día de hoy se encuentra al igual que el resto del mundo, viviendo el aislamiento obligado desde el mes de Marzo del presente año por la famosa pandemia, más conocida como COVID 19, por lo que me encuentro con muchas limitaciones de salida por mi edad, por lo que agradezco y valoro que esta prestigiosa revista dedicada a nuestra isla, me da la oportunidad de escribir y ocupar parte de mi tiempo y de mi mente en algo que sin lugar a dudas me llena de orgullo y para comenzar me voy a referir cómo se gestó esta unión con este pueblo con el cual me siento 100% unido como si hubiera nacido en él, aunque en la realidad llegue a los cinco meses.

El porqué llegué se explica si les contamos que mi familia ya desde el año 1936, se había comenzado a asentar en una estancia a 8 kilómetros del pueblo, y todo el esfuerzo de ese momento era para terminar de poblar y hacer las casas de la estancia; pero eso lo dejamos para otro artículo , ya que en este vamos a hablar de mi llegada a estos parajes y eso fue cuatro años después en junio del año 1940 .-
Como el médico de esos años era un médico general de familia y muy bueno para los asados y fiestas , mis padres decidieron que igual que mis hermanos Nicoló y Ágata , se trasladara mi madre a la “CLÍNICA LAGOS” de Punta Arenas y allí un 08 de junio nací a las 07,45 horas. Problemas con el clima y con la salud tanto mía como de mi madre ,llevaron a los médicos a aconsejar que debíamos quedarnos un tiempo en Punta Arenas y ahí esperamos hasta el mes de Octubre, donde finalmente pudimos trasladarnos al que sería mi hogar, la estancia Maria Eugenia, ubicada a tan sólo 8 kilómetros de porvenir (tengo una foto que le mandaré a Edith a ver si la coloca junto con el artículo). Allí comenzó mi unión con esta isla y este querido pueblo, lo que recordaremos en algunos artículos, para rememorar cómo era nuestra vida en esos años y como era Porvenir, el camino a la estancia, muy distinto a como es ahora, donde además todo era muy familiar; la gente se conocían todos unos con otros, la mayoría vivía en el campo y todo se compraba en el pueblo.
Bueno pero todos los principios tienen que ser cortos, no ser lateros, y en un segundo artículo les empezare a contar todo este vivir hermoso, de la década de los años cuarenta del siglo pasado y aunque no todo está en mi memoria, me apoyaré mucho en los libros de la estancia que conservo en mi biblioteca personal que cuenta en la actualidad con 600 libros familiares heredados.