Fueron 3 los que dijeron siiii… Arturo Ulloa, Clemente Galvez, y Anselmo Andrade, nosotros iremos a Porvenir a representar a todos los ex-alumnos de la gloriosa Escuela Agropecuaria Las Mercedes, para hacer entrega oficial a la Sra. Edith Valencia Peralta, Directora de la Revista Mittofire, de las insignias y los Cds con la letra y música del himno de la escuela, confeccionados por los alumnos residentes en Puerto Natales, Ignacio Diaz, Alfredo Contreras, Floridor Aros y Arturo Kroger, inspirados por Bernardo Gutierrez, quién nos canto el himno a capela, en el mes de Febrero, cuando se produjo el primer contacto en la mencionada ciudad, de la Directora de la Revista, con algunos ex-alumnos.
Puede resultar un completo fracaso o una alegría inmensa. De todos modos, ver a esos ex niños con los que antes peleaban por un lápiz o una goma, hoy convertidos en adultos, es un gratificante paseo por el pasado. Es como verse al espejo, en la cara y en los comentarios de los otros.
La idea partió por Revista Mittofire de Tierra del Fuego, que es la impulsora de esta iniciativa, junto al equipo que la acompaña, y que después de trabajar intensamente por casi 10 meses, ven con mucha alegría que todo el esfuerzo desplegado, está rindiendo sus frutos.
Aparece la excusa perfecta. De un momento a otro prendió la junta. Como algunos compañeros estaban sólo al frente, en el continente, no fue difícil que se gestara el reencuentro, donde sucedieron tantas cosas.
Se respondieron cientos de preguntas, se relataron muchas anécdotas, clases, peleas, traumas y en un par de horas revivieron la niñez completa.
¿Quién era él mateo que todos envidiaban? ¿El niño tímido y genial? ¿Quién fue el porrón que se convirtió en ingeniero? ¿Quién se casó, quién no? ¿Quién tuvo hijos? ¿Quién se divorció? ¿Quién se hizo cura? ¿Cuál profesor murió? ¿Por qué nos enseñaron tanta lesera en el pizarrón? ¿Por qué dejamos de vernos tantos años? ¿Vamos a ver la escuela? Vamos al cementerio a ver al padre Mario?
Los dueños de casa, se esmeraron en atenderlos de la mejor manera posible, no escatimaron esfuerzos, tenían que atender como correspondía a sus hermanos Mercèdinos.
Y así, entre todos se dibuja un consenso sobre el pasado común que hace tan bien. Todos sanan. Y finalmente cada uno vuelve a su casa, sabiendo que esos compañeros de curso son la identidad de cada uno.
Esa noche, luego del reencuentro de los niños convertidos en adultos, se cierran todas las historias inconclusas, se brinda por lo que fue, por lo que no fue, por toda la historia de muchos cabros chicos que se hacen adultos de un día a otro.
“Volver a sentir, recordar, reír y llorar las vivencias, hace muy bien para el alma, para cada persona y para cada familia mercedina”.
Andrea Monge.